Ciudad Bolívar, 28/11/1967(Especial)
Cien años pesan sobre el
arrabal “El
Pueblito”, remanente de lo que fue el popular barrio “Perro Seco” o El Poder,
hoy Guzmán Blanco, de esta ciudad.
Perro Seco,
al igual que el Retumbo, El Temblador, La Sapoara, data desde
los tiempos del viejo Juan Bautista Dalla Costa (1820). De simple arrabal pasó
a ser con el tiempo, núcleo integrado a la zona urbana de la ciudad. Pero El Pueblito, en la parte
occidental, es como el hijo bastardo de Perro Seco, que no ha podido ser
absorbido por la estructura urbanística y se ha quedado a la
orilla del río, entre breñas, peñascales y charcas de aguas negras.
Alrededor de
cien habitantes, entre adultos y niños, vegetan allí, acurrucados en humildes
chozas de cartón, palma, zinc y bahareque, con la sola
protección de una Cruz de hierro levantada sobre una piedra gigante a la orilla
del río.
El general
Pérez Soto, gobernador del Estado entre 1921 y 1924, reclutaba jóvenes para salir
a combatir focos de guerrillas antigomecistas. Tres hermanos caen reclutados al
paso de la soldadesca por El Pueblito, y sus moradores, conmovidos, y orando
por su salvación, levantaron una Cruz de fleje sobre la piedra que era
venerada todas las noches. Hasta su
regreso- Es la famosa "Cruz del
Perdón", donde cada año celebran ritos especiales.
Pero este
símbolo de redención sólo llega hasta el espíritu atormentado de aquella gente
desamparada. Nada ni nadie los ayuda en el milagro de poder vivir como humanos.
Hemos
conversado con algunos lugareños y preguntándoles por qué prefieren este sitio
para vivir. La respuesta es práctica. En este medio sórdido, se está más
cerca de la ciudad y de las fuentes circunstanciales de trabajo, por lo que sus
hijos tienen menos posibilidades de pasar hambre. En otros lugares menos
insalubres, desde el punto de vista ambiental, la subsistencia es más costosa.
En este
lugar que la ciudad estrecha contra el Orinoco, desaguan cloacas; los vecinos
perezosos que no gustan de llegarse hasta el río, arrojan la basura en el
propio caserío; los cerdos de todas las inmediaciones se llegan por allí a
hociquear entre la inmundicia y luego se restriegan plácidamente en las
charcas formadas por las lluvias de invierno; las moscas y alimañas de todas
clases proliferan por millones. Tal ambiente sórdido sirve de marco deprimente
a las chozas fabricadas con múltiples desechos, donde los niños duermen prácticamente en el suelo y donde los alimentos se cuecen en una
olla montada sobre tres piedras.
¿Qué es
posible hacer por estos humildes pobladores? Es la pregunta constante de la gente que incidentalmente pasa por este lugar.
El Pueblito no es un arrabal de ahora. Sobre
sus chozas improvisadas ha pasado
más de una centuria. Esto lo deducimos de su gente en la que hay ancianos que nacieron allí y cuentan hasta 80 años. ¡Algo
inexplicable!
(Al Barrio “El
Pueblito” después de tanto batallar se lo tragó el Río con la gran inundación de 1976)
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