* Sueña con que un industrial fascista le pague el retorno a Italia.
Ciudad Bolívar, 14/07/1967 (Especial, Américo
Fernández)
"Soy un
hombre que padece las miserias del exilio; pero he de volver a Italia cuando
algún industrial fascista se decida a ayudarme; mientras tanto vivo de las
baratijas, duermo en la pocilga de un taller y doy cuenta de mis penas a Dios
en el santuario de la Catedral". Así se expresa un hombre retaco, de
piel fina, blanco y semicalvo que nerviosamente se desplaza por las afueras
de la Catedral ofreciendo estampas del santoral y otras curiosas baratijas que
atraen a la gente menuda. Unos ojos verdes destacan sobre las mejillas
sonrosadas y el rostro redondo. Tal es Angelo Bruni Olivini, un italiano de 55
años de edad que domina cinco idiomas, que fue, según refiere, intérprete del
dictador Benito Mussolini, pero que ahora es un exilado que vende baratijas y viste una ropa sucia y harapienta.
Circunstancialmente
he conocido a este hombre. Me lo presentó otro italiano que lo conoce desde
cuando ambos militaban juntos en el partido de los camisas negras. Bruni
resulta ser un hombre que escribe versos e hilvana bien su pensamiento en un
castellano para él todavía dificultoso.
En días
pasados me habló de su vida y de la negativa colaboración de sus paisanos para
lograr un estado de vida acorde con su profesión de maestro de idiomas. Habla
francés, alemán, inglés, árabe y el castellano. Lleva 15 años en Venezuela y
apenas dos meses en Ciudad Bolívar.
—E1 error
imperdonable de Mussolini fue el de llevar a Italia a la guerra, contrariando
el sentimiento general del pueblo.
—¿Pero acaso
—se pregunta—no fueron factores determinantes de esa decisión, su afinidad de
pensamiento con Hitler y la experiencia decepcionante que tuvo Italia de
Francia y de Inglaterra en la Primera Guerra Mundial?
Refiere este
personaje, que sirvió de intérprete al Duce en algunas ocasiones durante los
dos últimos años que precedieron a su muerte, y que se hallaba en Milán. en el
Palacio del Cardenal Ildefonso Schuster, cuando éste conversó con Mussolini y
el Mariscal Graciani para ofrecerse como intermediario entre los aliados y el
gobierno italiano, que los aliados habían ya invadido las llanuras del Po y el
Mariscal Graciani, previendo lo peor, se quedó en el Palacio, salvando así la
vida, mientras que Mussolini por desoír las insinuaciones del Cardenal resultó
víctima de fanáticos fascistas que lo engañaron haciéndole ver que en las
montañas de Valtellina había fuerzas suficientes para insistir en la lucha.
—Benito
Mussolini —continúa—seria preso más tarde al tratar de huir por Suiza en un
convoy alemán. Señala al Comandante Bill y al Coronel Valerio —nombres de
guerra— como los ejecutores, con ráfagas de ametralladoras, del dictador
italiano. Según Bruni, Valerio es ahora senador en Italia y Bili se halla en
la Argentina.
Recuerda que
junto con Mussolini fue ejecutada también Claretta Petacci y sus cadáveres trasladados
a Milán y colgados por los pies en la Plaza Loreto.
La tumba de
Mussolini, sin nombre, fecha ni cruz, fue violada por fanáticos que burlaron la
vigilancia de los guardias y luego de sacar el cadáver del Duce, lo escondieron
durante años en un Convento de Milán, hasta cuando su hija, Condesa Ciano,
hablando con el Papa Pío XII consiguió trasladar los restos al cementerio de
Predappio, lugar donde nació.
Agrega que
si vuelve a la Península se afiliará al Movimiento Social Italiano que
representa las ideas mussolinianas, pero eso será, "sabe Dios
cuándo!" tal vez —dice como náufrago afincado a una esperanza— cuando algún
industrial fascista se decida a ayudarme, mientras tanto vivo de las
baratijas.
Angelo Bruni
Olivini, con su ropa sucia y su caja llena de abanicos y estampas del santoral,
reza todos los días en la Catedral, tal vez siguiendo los pasos de su único
familiar viviente, una hermana monja que tiene en Italia, gracias a cuya
influencia logró salir al ostracismo después de la Segunda Guerra Mundial.
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