Ciudad Bolívar, 20.03.67 (Especial).
Un hombre carnicero de Maripa tiene entre sus gustos, el de coleccionar
gatos de toda maña y tamaño y no tiene preferencia por alguno en especial. A
todos los llama ''Pancho'', sea hembra o sea macho, negro, rubio, blanco o
mixto, y cuando grita con manos en la boca a "lo Tarzán": "Panchoo!
Panchoo!, toda la gatería se reúne en el corral a recibir su ración diaria de
pellejo. Hasta ahora cuenta ochenta gatos en su patio, sin incluir los que ha
regalado con "dolor de su alma".
La ascendiente de la manada tiene catorce años y está embarazada y feliz
de su numerosa prole. Orgulloso también de tantos felinos se manifiesta Juan
Herrera —así se llama el carnicero e intermediario en el comercio de ganado en pie
ante las personas que de dentro o de fuera lo visitan. Pero últimamente se ha
visto en aprieto porque el vecindario ha comenzado a quejarse de que ya no
aguanta más los gruñidos y llantos a la Luna por las noches de los gatos,
aunque bien —se ha dicho—que a muchos de ellos les gusta estar más en el monte
que en el pueblo.
—Eso sí —dice un viajero llamado Pepe Yánez que acaba de realizar una
gira de turista por allá—, en Maripa no hay ratas ni ratones y las lagartijas
viven espantadas.
Comenta con buen humor, que trabajo y calentura pasó últimamente una comisión
del MAC y la Sanidad que se desplazó al lugar a vacunar a los gatos contra el
mal de rabia, pues los animales debido a la vida que llevan y al medio rural
donde viven, se han vuelto montaraces y, por lo tanto, difíciles de atrapar. El
día de la vacunación, Juan Herrera gastó más pellejo que de costumbre y se
volvió una furia cuando la dicha comisión le propuso exterminar la cuarta parte
de los gatos.
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