lunes, 12 de octubre de 2015

Barrabás DE BUSCADOR DE DIAMANTES A Vendedor de Aguardiente


"Barrabás", el minero que halló
el diamante más grande de Venezuela,
renunció a las aventuras por la tranquilidad de un mostrador

Corresponsal Américo Fernández. (Foto Compiani).

Ciudad Bolívar, 10/07/1967 (Especial.)
El costo de la vida en Icabarú y
Santa Elena de Uairén es más alto que en cualquiera otra parte de Venezuela y América. Pen­sar que un saco de cemento cues­ta 40 bolívares y un kilo de ce­bolla seis, aleja los impulsos de vivir en la región, pese a sus pla­ceres diamantíferos, a su clima suave y agradable y a lo paradisíaco de su vegetación.
Santa Elena de Uairén e Icabarú, en plena frontera con el Brasil, están situados a una al­tura aproximada de 1.200 metros sobre el nivel del mar y a dos horas de Ciudad Bolívar. Dos ho­ras de vuelo de avión, porque hasta allá no hay caminos; si acaso una que otra pica aban­donada y avasallada por la inmensidad de la selva.
Cuando quede concluida la carretera El Dorado-Santa Elena, que viene ejecutando la Ingenie­ría del Ejército, es casi seguro que bajará notablemente el costo de los productos de primer con­sumo. Por ahora el pueblo —unos 4.000 habitantes diseminados—compran arroz, azúcar, casabe, papa y papelón a tres bolívares el kilogramo, mientras la caraota, el tomate, repollo y otras ver­duras se adquieren al precio de 4 bolívares por kilo. La carne que se produce allá cuesta ocho bolívares, igual que el café. El queso cuesta el doble que en Ciu­dad Bolívar.
Uno de los tres comerciantes de la zona explicó al periodista cuan­do estuvo por allá, que el en­carecimiento de los productos de primera necesidad se debe a la falta de vías de comunicación y a la distancia. El único medio, por ahora, es el avión, que cobra cien bolívares por persona y Bs. 0,85 por cada kilogramo de carga.
El alimento menos costoso, tal vez por ser el más abundante, es la cítrica. También abunda la guayaba. El agua es de aparien­cia purísima y de sabor agrada­ble, desciende desde los altos de las rocas y es recogida por un moderno acueducto que la lleva hasta los hogares.
En nuestra gira de escasas ho­ras con el Gobernador del Es­tado, Pedro Battistini Castro, que iba a inaugurar los acueductos de Santa Elena de Uairén e Icabarú, observarnos que la tierra es ácida, como casi to­das las del resto de Guayana, pe­ro que con buena dosis de calcio y fósforo se pondría en condicio­nes de producir toda clase de fru­tos. Por eso el Padre misionero Diego de Valderrama nos insi­nuaba la necesidad de que los abonos de la Petroquímica fue­ran extendidos por la mano oficial hasta allá, a fin de producir lo que ahora cuesta traer de otras regiones del Estado.
El Padre Diego de Valderrama llegó a Santa Elena en 1945 y ha logrado fundar un hato con 1.500 reses, que produce carne para el consumo de la población y trabajo para unos cuantos indios Pemón. La misión, fundada en 1931, posee grandes instalaciones en la misma zona descubierta desde 1924 por el valenciano Lu­cas Fernández Peña, quien for­mó allí un hogar con una indígena que le ha dado siete hijos. aunque la prole en total suma 28.  Según decir del comerciante Dionisio Gamboa, Fernández Peña es un explorador interesante con quien se puede hablar largo y tendido sobre los más va­riados aspectos de la región, pe­ro que no estaba allí cuando llegamos. A pesar de sus setenta años, se hallaba en ese momento trabajando en su fundo, muy distante de su rancho construido sobre una cuesta en el pueblo y donde vive con dos hijas al­tas, de piel fina por la bondad del clima.
Santa Elena de Uairén, nos di­jo el piloto Maury, dista unos 1.100 kilómetros de Maiquetía por la vía aérea, situado sobre la Frontera con el Brasil, entre el Cerro Irutibe, hacia la Sierra Venamo y el pueblo de Icabarú fundado posteriormente, al suroeste.
Aquí en Icabarú tuvimos la oportunidad de conocer al tan renombrado "Barrabás", un magro  pero fibroso y alto negro de El Callao que fue bautizado en 1929 con el nombre de Jaime Teófilo Huckson, nombre inglés por la procedencia trinitaria de sus padres. Barrabás, cuando te­nía 25 años de edad trabajaba en sociedad con otros dos Mineros, en los placeres diamantíferos del Polanco, y la búsqueda intensa le deparó un diamante del tamaño de una pera, que pesó 155 quila­tes (5 quilates = 1 gramo) y ha sido adquirido por la suma de 670.000,00 bolívares; pero a Barrabás le tocó sólo una suma inferior a los 68.000 bolívares. La preciosa gema encontrada fue adquirida por el norteamericano Harry Winston por una suma in­significante que no llegó a la quinta parte de su valor. La 'pie­dra fue exhibida en Caracas y otras partes del mundo, causando admiración por su pureza y gran tamaño. Barrabás nos contó que aquel dinero "lo pasé por todas partes. "Nada me queda, porque nunca he sabido decir "no" a nadie".
Barrabás hace mucho tiempo que dejó de incursionar en las minas y ahora se dedica a ex­plotar un bar denominado "La Orchila". que le montó su protector el comerciante César Días Valor.  Los buscadores de dia­mantes, cuando sus mentes afie­bradas cogen vuelo por el alcohol, entonan el estribillo, bajo la mirada lánguida y la sonrisa aurífera de Barrabás: "Al diamante de Barrabás, el viento se lo llevó"

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